Inesperado
encuentro con una verdad obligadamente denunciada, este libro traspasa la
ligereza moral de las infidelidades y se sumerge en un submundo de rastrero
oportunismo con el pretexto del maltrato a la mujer. Una serendipia de Justicia
es lo que resulta de El Triunfo de
Ágatha Ruiz de la Prada
cuyo autor Enrique de Diego ha
encontrado un núcleo controversial muy a propósito para desenmascarar una mafia
manifiestamente criminal y que ha provocado miles de víctimas inocentes, tras
los postulados dictatoriales de lo que arteramente se ha denominado violencia de género. Detrás de esa
reivindicación subyace un vasto y repugnante negocio de falsificación jurídica
y social que ha lucrado a estafadores sin conciencia. De Diego lo ha denunciado
con docta firmeza.
En
España no existe profesión más falseada, comprada y mezquinamente chaquetera
que la del Periodismo, salvo que no se comulgue con la tergiversación
permanente de la información al servicio de pagadores corruptos. Antaño Anson y
actualmente Évole, verbigracia, son muestras rastreras de cómo usar con fines
degradantes el ejercicio de la palabra pública al servicio de intereses
manejados desde la sombra. Son adalides de la farsa que sintomáticamente ha
envilecido la sociedad española. Quien no se pliega al sometimiento es
perseguido o ignorado. Paradójicamente, los miserables sin honra son respetados
por esa vil apariencia de los engaños pagados con el sueldo de la corruptela
aceptada y de la que maman tantos parásitos. Así es el periodista español salvo
honrosas y meritorias excepciones.
En
el caso de rebeldía honorable nos encontramos al escritor Enrique de Diego y una trayectoria periodística que desmonta la
hipocresía de la corrección política, en realidad un eufemismo que describe la
docilidad ante la injusticia y la podredumbre generalizada que desuela España. No
podía ser de otro modo que un periodista independiente denunciara sin ambages,
la repulsiva doblez moral que prostituye a la Justicia presuponiendo la
culpabilidad del inocente por artificios demagógicos y excluyentes que vulneran
los más elementales Derechos Humanos.
Desenmarañar
esta trama de malignidad sin escrúpulos es posible describiendo la vida y
milagros de Pedro J. Ramírez, quien
con ingenua vocación de vividor a contrarreloj parece haberse entregado en
brazos de un verdugo con el que no podía contar sin traicionar a su exmujer,
dama de España, Ágatha: el verdugo propio de la inconsciencia y el egoísmo en brazos
de una mujer arribista, su Cruz, que
queda desenmascarado tras la leída de este libro ya icónico. Repugna cuanto se
demuestra en él con pruebas y declaraciones de afectados que delinean en
ocasiones los rasgos ¿sociopáticos? de las mujeres denunciadas. La feminidad es
mucho más que eso. No por ser mujeres son dignas como tampoco por ser hombre se
es culpable sin presunción de inocencia que valga. Y así debería ser legalmente. A tenor de
estas líneas magistrales, Cruz Sánchez
de Lara es un arquetipo de bajeza según sus actos profesionales y personales
meticulosamente descritos en esta obra que deja en evidencia la putrefacción
con que se manejan algunos togados: al dictado de una maraña de dogmas
delictivos, trampeadamente encajados en las arbitrariedades jurídicas de
ventajistas sin conciencia.
Resulta
de una aparente narración de vicisitudes extramatrimoniales y de traición
personal, una excepcional oportunidad para descubrir en esencia la trama
delictuosa que la violencia de género ha conformado con manifiesto desprecio a la Justicia , la verdad, la
honradez y el decoro que se presuponen en abogados y jueces, cuyos
comportamientos son de comunes delincuentes pero justificados tras la patraña
del género selectivo.
Esta
obra va un paso por delante de la intencionalidad de generar un debate contra
una de las más execrables injusticias que generaliza, delirantemente, la
posición del hombre y la mujer en la sociedad al margen de su catadura moral o
carencia de escrúpulos. Debería concienciar a las víctimas y reunirlas con
ánimo reivindicativo en las calles, para cambiar estas aberrantes situaciones
que aprovechan oportunistas sin moral para lucrarse de sus perjudicados.
Una
aberración que se demuestra fehacientemente con el Triunfo de Ágatha Ruiz de la Prada frente a la tibieza
personal de un Pedro J Ramírez que puede estar cargando, sin saberlo, estulta
ingenuidad, la futurible cruz que su
actual mujer ha sido para tantos otros-incluido un torturado hasta la
extenuación exmarido que sabe bien de quién se trata-con esas formas de
malignidad que se gasta en los juzgados. De qué no será capaz fuera de ellos.
Ignacio
Fernández Candela
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