Editorial: Espuela de plata.
ISBN 978-84-16034-63-5
El origen extraterrestre, y más allá, de Enrique Gallud Jardiel
La risa es un don nada improvisado, un viático del alma que forma parte
de la existencia humana como el cielo que cubre nuestras cabezas: son
dimensiones ilimitadas que nos recuerdan el esplendor de una intención
sabia y Dios a veces se personifica muy intencionadamente en mentes
privilegiadas como la de Enrique Gallud Jardiel. Tan espontáneamente se
comunica el autor con la magia del humor que pudiera parecer hasta
extraterrestre.¿Qué esperar de quien en una entrevista dice que el humor es una fuente de felicidad? ¿De qué otro mundo maravilloso llega alguien así?
Pero consta en los registros natalicios que es digno hijo de sus
padres- Rafael Gallud García y Mary Luz Jardiel Sánchez-, actores
entregados a la sublime misión de instruir y entretener a los
participantes de la carrera por la vida y el espíritu que es este valle
de lágrimas, siendo además ente seleccionado entre millones de almas
como nieto de Enrique Jardiel Poncela. De casta viene el galgo que dice
el aforismo popular, aunque yo creo que nieto y abuelo comparten una
esencia ontológica que se condiciona, más allá del orden cronológico, en
el ingenio sin par que representan los dos a través de sus obras.
Enrique Gallud Jardiel ya es un personaje por sí mismo, de los que se
fabrican en otro espacio de las inspiraciones para luego manifestarse
con esa tremenda diferencia que identifica a los genios y encima con
salerosa distinción. Cuando se lee su obra El arte de hacer de todo
también se vislumbra al personaje narrativo que posee una capacidad
innata para redimir las tristezas de la existencia y trocarlas en
sonoras carcajadas. Imbuirse de talento humorístico versado en la idea
más sencilla o la apariencia más insignificante solo está al alcance de
los Magos y saber comunicar al prójimo para alentarle con sonrisas y
risas encadenadas es todo un milagro que forma parte de los insondables
misterios del sentido primero y último de la existencia. A mí me da que
es un profeta. Cualquier día levita tal cual aligera peso al lector que
se olvida de las preocupaciones riéndole con ganas las benditas gracias
continuadas de su magín asombroso.
Las obras denominadas de "autoayuda" cobran un nuevo significado en la mente crítica e insoslayablemente original de Gallud Jardiel. Solo
iniciar el libro ya se empiezan a esbozar unas sonrisas que se
convierten en toda una declaración de intenciones sobre el concepto
mayúsculo del Humor. Leyendo el índice se colige la originalidad como un
prolegómeno de lo que en pocas páginas se convierte en una apoteosis
sostenida de sarcasmo inteligente, sátira con elegancia, e ironía
desternillante a la par que aleccionadora.
Minimizando
el mundo a la vez que se enaltece la cama, encontrando las formas de
malograr una entrevista de trabajo mientras intentamos salvar de la
pobreza a los bancos; formulaciones de éxito para corales polifónicas
sin menoscabar la belleza del elogio a la mugre; así como desfasar la
Navidad desmontoñando el mundo como solución demográfica son esas
sugerencias dispares que, a modo de totum revolutum, resumen el objetivo de
esta encantadora inspiración literaria que nos explica sobre El arte de
hacer de todo. Obviamente, con semejante despliegue imaginativo, su
autor demuestra que hacer de todo es un arte que está a la altura de
unos pocos privilegiados.
Creo en el prodigio que representa Enrique tras comprobar nuevos
matices de mi persona-los muchos ritmos, contrastes y volúmenes de mi
risa, con la que convivo más de cincuenta años-cuando sorpresivamente
no paraba de encadenar sonoras carcajadas con la lectura de su obra.
Intuyo sus libros sorprendentes que leeré bajo el mismo prisma del
ingenio creativo, de soberbia factura, que demuestra sin fin.
No
es nada sencilla la observación magnificada de lo cotidiano para
transformarla en excepcional con un humor fácil, sublime y a todas luces
excepcional, inusitado y, sobre todo, trascendente. Porque creo que con
la risa acariciamos los más excelso de nuestra razón de ser más allá
del teatro de las apariencias, somos de nosotros mismos en una genuina
representación de nuestra voluntad de ser aquí donde estamos y allá
donde estaremos. Seguramente la risa habrá de acompañarnos traspasando
los límites de este orbe que se toma todo tan en serio, siendo solo un
solemne, dramático, trágico pero engañoso espejismo; no como la risa
inspirada, dulce y embriagadora de nuestra voluntad por brindarnos
felicidad, tal y como nos la otorga nuestro emblemático autor: puro
realismo del alma.
Su ingenio no es nada furtivo sino esplendoroso, tajante e inimitable.
Su ingenio no es nada furtivo sino esplendoroso, tajante e inimitable.
No todo intérprete sabe cómo redescubrirnos en este solaz fenómeno del
humor. Enrique parece ser un mensajero de la memoria restaurada de
nuestra esencia divina. Por algo poseemos la virtud de reímos y nos
convence la intención maravillosa de la sonrisa multiplicada que
desparrama con pasmosa sencillez un elegido como este autor, sabio por
convertir la palabra en un universo expansivo de imaginación, de
espectáculo lector y aliciente lúcido de esperanza, porque sus letras
poseen la capacidad de imbuirnos alegría, satisfacción, positividad y fe
por la razón humana de lo constructivo en conexión directa con una
Creación que no deja nada al azar.
Recomiendo El arte de hacer de todo a cuantos sepan y quieran reír porque aquí no hay medias tintas. Si uno quiere atragantarse a carcajadas no hay mejor instrumento mental para tan extraño menester. A mí me basta con quedarme sin resuello de tanto reír entre página y página; menester extraño también, involuntario eso sí, pero es estímulo reflejo e inevitable con esta singular lectura.
Enrique Gallud Jardiel no será extraterrestre pero una cosa es suponer que tiene acreditado su
nacimiento documentalmente y otra que exista el certificado. Este tio
no es de este mundo; a saber de dónde salen ingenios tan escasos y raros
sobre esta Tierra común.
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